SS de Ryuuen Kakeru: El Rey Destronado
SS de Ryuuen Kakeru: El Rey Destronado
Volumen 3 – Primer año
El silencio en la habitación era denso, casi palpable. Podía sentir las miradas de mis compañeros clavadas en mi espalda, cada una llena de una mezcla de emociones que no me atrevía a descifrar. Resentimiento, seguramente. Desdeño, tal vez. ¿Pena? No, esa última era imposible. Ryuuen Kakeru no inspiraba lástima.
Di otro trago a mi bebida, el líquido refrescante pasando por la garganta como un recordatorio bienvenido de mi propia estupidez. Había apostado todo y había perdido. Mis puntos, la obediencia de la clase, mi maldito orgullo… todo se había esfumado como el humo de un cigarrillo barato.
“Tse”, escupí con desprecio, el sonido rebotando en las paredes vacías de mi habitación.
La imagen de Ibuki, desafiándome con esa mirada feroz que nunca antes había visto en ella, se me grabó en la mente. Su rebelión, aunque frustrante en ese momento, ahora me parecía casi… admirable. Había encontrado la fuerza para oponerse a mí, algo que Ishizaki y los demás nunca tuvieron las agallas de hacer.
(Aunque, conociendo a ese idiota, probablemente solo estaba celoso de que una chica le plantara cara primero.)
Dejé el vaso sobre la mesa con un golpe, el sonido amplificándose en el silencio. La derrota era un sabor amargo en mi boca, uno que no estaba acostumbrado a saborear. Siempre había sido el titiritero, el que movía los hilos, el que dictaba las reglas del juego. Y ahora… ahora era solo otra pieza en el tablero, una que había sido movida a una posición desfavorable.
“Joder”, murmuré, pasando una mano por mi cabello con frustración.
Necesitaba un nuevo plan, una nueva estrategia. No podía permitirme quedarme sumido en esta autocompasión. Ryuuen Kakeru no se rendía. No se permitía ser débil. Pero incluso en mi mente, la voz sonaba menos segura, menos imponente. Una grieta había aparecido en mi armadura, una que me obligaba a confrontar una verdad incómoda: tal vez, solo tal vez, mis métodos estaban equivocados.
(Nah, imposible. La culpa la tienen esos idiotas por no ser lo suficientemente fuertes.)
Pero la duda persistía, como una brasa ardiendo en las cenizas de mi derrota. Tendría que extinguirla, sofocarla antes de que se propagara y consumiera todo lo que había construido.
Me levanté, la silla raspando contra el suelo con un sonido discordante. Era hora de dejar de lamentarme y empezar a actuar. La cima todavía estaba a mi alcance, aunque el camino ahora fuera más empinado, más traicionero.
Y Ryuuen Kakeru, incluso con el ego magullado y la corona torcida, aún tenía hambre de llegar a ella.
Palabras del autor
Hm, interesante. La caída de Ryuuen siempre fue un punto crucial en la historia. Ver su arrogancia desmoronarse, eh… Me dio bastante material para trabajar. Aunque, por supuesto, no esperen que se vuelva blando de repente. Ese tipo tiene mucha más maldad que ofrecer antes de que siquiera considere la redención. Yup, todavía tengo grandes planes para él. Ya verán…