SS de Kiyotaka Ayanokoji: El Cálculo Frío de Ayanokoji

SS de Kiyotaka Ayanokoji: El Cálculo Frío de Ayanokoji

  1. Nota: ↩︎

“¡Aquí voy, Ayanokouji!”

La voz de Housen resonó, llena de una alegría salvaje que me envió un escalofrío. Su sonrisa, más que una expresión de diversión, parecía una máscara grotesca que ocultaba un deseo primitivo de violencia. Mis ojos se fijaron en el cuchillo que empuñaba, un objeto mundane que, en sus manos, se transformaba en una promesa de dolor. Todos a mi alrededor parecían congelados, sus rostros reflejando una mezcla de miedo e incredulidad. Supongo que, para ellos, mi reacción debía parecer absurda.

Mientras Housen levantaba el cuchillo, preparándose para atacar, un extraño silencio descendió sobre mí. La conmoción y el pánico que cabría esperar en tal situación brillaban por su ausencia. En lugar de eso, mis pensamientos se volvieron cristalinos, como un estanque de agua después de que la tormenta se calmara. Analicé la situación con una frialdad que me sorprendió incluso a mí mismo.

Housen era fuerte, sin duda, un monstruo en términos de fuerza bruta. Sudou, que ya lo había enfrentado, me lo había confirmado. Incluso en su miedo, había percibido la velocidad y la ferocidad del ataque de Housen. Pero la fuerza bruta no era suficiente. Había algo más que analizar, algo que me daría la ventaja.

Mis ojos se movieron rápidamente, evaluando la distancia, el ángulo de ataque, la postura de Housen. Había un descuido, una pequeña grieta en su armadura de furia. Su enfoque estaba completamente en el ataque, en la violencia. Había olvidado la defensa, dejándose vulnerable.

“¡Ayanokouji-kun…!”

El grito de alguien, probablemente de Horikita, llegó a mis oídos como un eco distante. No tenía tiempo para preocuparme por las percepciones de los demás. Que pensaran que estaba loco, que había perdido la cabeza. Lo que importaba era el siguiente movimiento.

Corrí hacia Housen, aceptando el desafío en sus propios términos. En ese movimiento, tan ilógico para cualquier observador, estaba la clave de la victoria. La sorpresa, el elemento inesperado, me daría la fracción de segundo que necesitaba.

Housen, atrapado en su propia agresividad, no tuvo tiempo de reaccionar. Su sonrisa se congeló en una expresión de confusión cuando me lancé hacia él, esquivando el torpe movimiento del cuchillo. La apertura que había estado esperando se presentó, y la aproveché sin piedad.

El resto era un simple cálculo. Fuerza contra fuerza, velocidad contra precisión. Housen era poderoso, pero yo era más rápido, más estratégico. La pelea no duró mucho. Unos pocos movimientos calculados, y la amenaza del cuchillo se neutralizó.

El silencio regresó, esta vez cargado de un asombro palpable. Housen, aturdido por la derrota, me miraba con una mezcla de furia e incredulidad. Los demás estudiantes, liberados de su parálisis, observaban la escena con ojos desorbitados.

Había ganado, pero la victoria no me trajo satisfacción. Solo una fría constatación de que había sobrevivido a otro encuentro peligroso. Housen era un peón, un instrumento en un juego más grande. Mi verdadera batalla aún estaba por comenzar.

Palabras del autor:

En este breve vistazo a la mente de Ayanokoji, vemos un atisbo de la fría lógica y el pragmatismo que lo definen. Incluso ante una amenaza inminente, su mente funciona como una máquina, analizando y calculando el camino hacia la victoria. La lucha contra Housen no es solo un enfrentamiento físico, sino un reflejo de la batalla constante de Ayanokoji contra las fuerzas que buscan controlarlo. Esta victoria, por pequeña que sea, lo acerca un paso más a la comprensión de su propio destino, y al enfrentamiento final que se avecina.

Nota

1 Escena del volumen 1 del año 2.

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