SS de Karuizawa Kei: La taza de café amargo
SS de Karuizawa Kei: La taza de café amargo [Volumen 2, Segundo Año]

“¿Quieres algo de tomar?”, le pregunté a Kei, después de que se había calmado un poco. (A veces, después de una tormenta, es mejor ofrecer una taza de algo caliente, aunque sea simple agua).
Pero, en vez de responder, salió corriendo de la sala de estar hacia la cocina. (A esta chica nunca le entiendo, ¿acaso siempre tiene que ser diferente?). “¡Yo lo hago!”, exclamó.
“Eh, qué raro. Tú no eres de las que hacen esto”, le comenté, observando su repentino interés en las labores domésticas.
“Bueno, es que… seguro que te cuesta mucho con la mano herida. Además, ¡hasta yo sé hervir agua, por lo menos!”, respondió, con un tono de… ¿preocupación? (No sé, pero hasta a mí se me hace raro). Al parecer, se ofrecía a ayudar por mi herida. (Al menos eso decía).
“Está bien, entonces, te dejo a cargo…”, le dije, un poco curioso por ver qué pasaría.
“Okay, ¡perfecto! Yo tomaré té negro. ¿Y tú qué quieres, Kiyotaka?”, me preguntó, mientras se dirigía a la cocina.
“Mmm, no sé… igual que tú, supongo”. (Lo más fácil era pedir lo mismo para que no se complicara, pero ya veo que no era la mejor opción).
Al parecer, mi decisión le sentó fatal, porque me miró con cara de pocos amigos. “¿Acaso no confías en mí?”, me espetó, con una mezcla de molestia y… ¿desilusión?
“…Está bien. Entonces, tomaré café”, cedí, (a regañadientes, pero cedí).
“Perfecto, déjamelo a mí. ¿Los ingredientes los tienes en ese estante, no?”, dijo, abriendo los armarios de la cocina. Se dio cuenta de que la observaba, así que me indicó, “Solo dime si quieres algo”.
(Qué extraña es esta chica. Un día es una leona, al otro, una gatita asustada y al siguiente, una ama de casa frustrada). Mientras la veía buscar los ingredientes, recordé todo lo que había pasado ese día. (Es como si todos los días tuvieran su propio drama, y este día no era una excepción). Observé su espalda, mientras buscaba las tazas, intentando descifrar qué rondaba en esa cabeza suya. (Es como tratar de leer un libro en braille con los ojos vendados. Imposible).
Escuché el sonido del agua hirviendo, y el aroma del café recién hecho comenzó a inundar la pequeña cocina. (Me pregunto si este café sabrá igual que siempre o tendrá un toque de frustración en cada sorbo).
“Aquí tienes”, dijo Kei, extendiéndome la taza. (En el fondo, creo que es una chica muy atenta).
“Gracias”, respondí, tomando la taza.
El calor se extendió por mis manos. (No era el mejor café del mundo, pero tenía un sabor especial, un sabor a “estoy intentando, ¿lo ves?”).
Tomé un sorbo. (Mmm, amargo).
En ese momento, mientras probaba el café, la observé otra vez. (¿Es esta la chica que conozco? ¿O hay algo más?). Ella miró hacia otro lado, algo avergonzada, o tal vez… ¿orgullosa? (Quién sabe).
(Supongo que los misterios de las mujeres son algo que nunca entenderé).
Palabras del autor, Syougo Kinugasa:
Hola a todos, soy Kinugasa. ¿Qué tal les pareció esta pequeña historia? A veces, las escenas más sencillas pueden revelar mucho sobre los personajes, ¿verdad? Kei, con su repentino interés por las labores domésticas, es un ejemplo perfecto de cómo un personaje puede sorprendernos con facetas inesperadas. El café, por cierto, es una bebida muy simbólica en mi obra (siempre está presente en momentos importantes), y en esta historia, es un reflejo de las complejidades de la relación entre Ayanokōji y Kei. ¿Será que Kei realmente se preocupa por él? ¿O es solo una fachada? Como siempre, prefiero dejar las respuestas a la interpretación de cada uno. Gracias por leer. ¡Nos vemos en el próximo volumen!