SS de Ike Kanji: La confesión inesperada
SS de Ike Kanji: La confesión inesperada

El sol se despedía con un bostezo naranja y violeta sobre la pista del festival deportivo. Yo, Ike Kanji, me dejé caer en la hierba junto a Sudou. Mis piernas gritaban pidiendo clemencia después de la carrera de relevos. (¡Puf, creo que me van a amputar!)
“Uf…”, respiré con dificultad, “creo que nunca había corrido tanto en mi vida”.
Sudou, con su sonrisa de siempre, soltó una risotada. “Te dije que debías entrenar más, ¿no?”. (¡Sí, sí, ya sé! No tienes que recordármelo.) “Pero bueno, al menos no te quedaste en el último lugar”.
En ese momento, como si la hubieran invocado, apareció Shinohara. Tenía las mejillas rojas por el esfuerzo, pero su sonrisa era más brillante que el mismo sol. “Ike-kun, corriste muy bien”, me dijo con una sinceridad que me derritió un poco por dentro.
“G-gracias, Shinohara”, tartamudeé, sintiendo que mi cara ardía más que mis piernas. (¿Por qué me pongo tan nervioso? ¡Es solo Shinohara!)
Sudou, con esa intuición digna de un detective (o tal vez solo se dio cuenta de que estaba sudando de nervios), se levantó de un salto. “Voy a buscar algo de beber. ¿Quieren algo?”.
(¡Sudou, eres mi héroe!) Asentí más rápido que un guepardo en la sabana.
Sudou se fue, dejándome a solas con Shinohara. Un silencio espeso se instaló entre nosotros, como si el aire se hubiera vuelto repentinamente de plomo.
“Ike-kun…”, comenzó Shinohara con una voz tan suave que casi se perdía en el viento, “hay algo que quería decirte”.
La miré con un poco de miedo. Un mal presentimiento se revolvía en mi estómago, como si hubiera comido un plato de ramen en mal estado. (¿Qué será? ¿Me va a regañar por no haber entrenado suficiente? ¡No puede ser peor que la mirada de Horikita!)
“Me gustas, Ike-kun”, confesó Shinohara. Su voz era tan baja que apenas la escuché, pero sus palabras me golpearon como un rayo. “Desde hace mucho tiempo”.
Me quedé congelado, como una estatua de piedra. Mi mente, que aún estaba procesando el subidón de adrenalina de la carrera, se puso en modo “error 404”. (¿Qué? ¿Qué dijo? ¿Me está tomando el pelo?)
La imagen de Kushida, la chica que me robó el corazón desde el primer día en la escuela, se interpuso entre Shinohara y yo. (Kushida… ¡No, concéntrate, Ike!)
“Yo…”, empecé a decir, pero las palabras se me atoraron en la garganta como un hueso de pollo. Quería ser amable, quería decirle algo que no la hiciera sentir mal, pero no podía mentirle.
Shinohara, al ver mi cara de pez fuera del agua, bajó la mirada con tristeza. “No tienes que decir nada ahora”, murmuró. “Solo quería que lo supieras”.
Se levantó y se fue, desapareciendo entre la multitud con la misma rapidez con la que había llegado. Me quedé ahí sentado, solo, con un nudo en el estómago y una tormenta de emociones en mi cabeza.
(¿Qué se supone que haga ahora? ¿Qué siento realmente por Shinohara? ¿Y qué hay de Kushida? ¡Esto es un desastre!)
Mientras me debatía entre mis confusos sentimientos, una sombra familiar se cerció sobre mí. Horikita, con su mirada fría e intimidante, se acercaba a mí con paso decidido.
“Ike”, dijo con ese tono de voz que siempre me ponía los pelos de punta. “Tenemos que hablar”.
La miré con resignación. (Ya está. Seguro que ya se enteró de la confesión de Shinohara y viene a darme un sermón sobre cómo debo comportarme. Esta chica es como un ninja, siempre se entera de todo.)
“Parece que tienes mucho en qué pensar”, añadió Horikita, con una mueca que casi parecía una sonrisa. (¿Se está burlando de mí? ¡Esto es peor de lo que imaginé!)
Suspiré. Sabía que tenía razón. El festival deportivo, que había empezado como una simple competencia, se había convertido en una montaña rusa emocional. Y la confesión de Shinohara era solo el comienzo del viaje.
Palabras del autor.
Observé a Ike desde mi posición privilegiada, como un titiritero observa a su marioneta moverse torpemente en el escenario. Su ingenuidad, su torpeza, su incapacidad para comprender las complejidades de las relaciones humanas… todo ello lo convierte en un personaje entrañable, pero también en una víctima propiciatoria en el despiadado juego de la Clase D.
La confesión de Shinohara ha abierto una brecha en su corazón, una grieta que amenaza con desestabilizar su mundo. ¿Será capaz de afrontar sus verdaderos sentimientos? ¿O se dejará llevar por la corriente, perdiendo la oportunidad de encontrar la felicidad?
Me intriga ver cómo se desarrollará esta nueva trama en la vida de Ike. ¿Se convertirá en un peón en el juego de alguien más, o tomará las riendas de su propio destino? Solo el tiempo lo dirá.
Mientras tanto, me deleito en la ironía de la situación. Ike, tan preocupado por el amor no correspondido de Kushida, ignorando por completo los sentimientos de Shinohara. Un recordatorio de que la vida rara vez sigue un camino recto, y que las sorpresas, tanto agradables como desagradables, acechan en cada esquina.