SS de Horikita Suzune: Un Momento de Tranquilidad

SS de Horikita Suzune: Un Momento de Tranquilidad

El sol de la tarde se filtraba por las ventanas del dormitorio, pintando el suelo con un cálido resplandor naranja. Me encontraba sentada en mi escritorio, repasando algunos apuntes de clase. Era un domingo inusualmente tranquilo, con la mayoría de mis compañeros fuera, disfrutando del poco tiempo libre que nos concedía la escuela. A decir verdad, yo también debería estar fuera, socializando, forjando conexiones… haciendo todas esas cosas que se supone que un estudiante de la Clase A debe hacer.

Pero, por alguna razón, la idea de unirme a la multitud me llenaba de una extraña apatía. Prefería la quietud de mi habitación, el silencio solo interrumpido por el suave raspar de mi bolígrafo sobre el papel.

(Supongo que hasta la persona más pragmática necesita un respiro de vez en cuando, ¿no?)

Dejé el bolígrafo a un lado y me estiré, sintiendo cómo mis músculos se tensaban y luego se relajaban. Miré por la ventana. El cielo se estaba tiñendo de tonos rosados y púrpuras, anunciando la llegada del crepúsculo.

En ese momento, escuché un suave golpe en la puerta. Me enderecé en la silla, un poco sorprendida. ¿Quién podría ser a estas horas?

“Adelante”, dije, con voz ligeramente más alta de lo habitual.

La puerta se abrió lentamente y apareció la figura de Kushida Kikyou, con una sonrisa radiante en su rostro.

“¡Hola, Suzune! ¿Te molesto?” preguntó, con su habitual tono dulce.

“No, en absoluto. Pasa”, respondí, haciendo un gesto para que entrara.

Kushida cerró la puerta tras ella y se acercó a mi escritorio. Llevaba un libro en la mano, su título apenas visible bajo la luz tenue de la habitación.

“¿Qué te trae por aquí?” pregunté, curiosa. Rara vez venía a mi habitación, y menos sin previo aviso.

“Oh, solo estaba buscando un lugar tranquilo para leer”, respondió, alzando el libro. “Y pensé que tal vez te gustaría un poco de compañía.”

(Compañía…)

No pude evitar sentir una punzada de recelo. Kushida era conocida por su amabilidad superficial, pero yo sabía que detrás de esa fachada angelical se ocultaba una mente calculadora y manipuladora.

“Claro, siéntate”, dije, señalando la silla vacía junto a mi escritorio.

Kushida se sentó con gracia y abrió su libro. Yo volví a tomar mis apuntes, fingiendo estar absorta en ellos mientras la observaba de disimulo.

Ella leía con atención, sus labios moviéndose silenciosamente mientras seguía las palabras con la mirada. Parecía genuinamente concentrada en su lectura, sin rastro de la falsedad que solía impregnar sus interacciones.

(¿Es esta su verdadera cara?)

Me encontré cautivada por la imagen de Kushida absorta en la lectura. Era una visión inusual, una que me hacía cuestionar todo lo que creía saber sobre ella.

De repente, Kushida levantó la vista del libro y me miró directamente a los ojos. Su sonrisa había desaparecido, reemplazada por una expresión seria e intensa.

“Suzune”, dijo, con voz baja, “sé que no confiamos la una en la otra. Pero tal vez… tal vez podríamos intentar cambiar eso.”

Sus palabras me tomaron por sorpresa. No estaba segura de cómo responder. La idea de una verdadera amistad con Kushida me parecía tan improbable como una nevada en pleno verano.

Sin embargo, en ese momento, en la tranquilidad de mi habitación, bajo la suave luz del crepúsculo, sentí una chispa de curiosidad, una débil esperanza de que tal vez, solo tal vez, las cosas podrían ser diferentes entre nosotras.

Palabras del autor:

Uf, escribir sobre la compleja relación entre Horikita y Kushida siempre es un desafío. Es como caminar por una cuerda floja, tratando de equilibrar su desconfianza mutua con la posibilidad de un entendimiento futuro. ¿Lograrán superar sus diferencias? Bueno, eso es algo que solo el tiempo dirá.

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